Aniversario sa Prairie 360
Más de 20 figuras se agolpan alrededor de una mesa de banquete cargada, con finas sedas y relucientes vajillas que se suman a la abundante escena. Los protagonistas de este imponente cuadro son de tamaño natural. En su mayoría son europeos blancos, pero hay una excepción: el niño que aparece en primer plano, a la derecha del centro, es afroafricano o afrohispano.
La obra de Murillo de 1672, Las bodas de Caná, es una de las pocas pinturas conocidas de la España moderna temprana que representa a una figura negra. Sin embargo, su presencia parece haber despertado escaso interés entre los estudiosos; en cambio, se ha debatido enérgicamente la identidad de los novios que aparecen en el centro del cuadro (tal vez se trate de los mecenas del artista, el mercader de seda flamenco Nicolás Omazur y su esposa Isabel Malcampo).
Sevilla fue un importante centro del comercio de esclavos a principios de la Edad Moderna, y es probable que este niño fuera un esclavo doméstico. Los esclavos solían vestir ropas caras, como la túnica roja y los cierres dorados del niño, para indicar la riqueza de las familias en las que vivían. Sin embargo, su posición clave, sus rasgos individualizados y su expresión paralizada sugieren que es fundamental para la representación que Murillo hace de la historia bíblica. Es el relato del primer milagro de Cristo, cuando transforma el agua en vino, revelando su identidad divina e inspirando la fe en sus testigos.
Amor mío, tú eres mío // Carta de amor de Dios para ti #9
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Murillo
Está en un banquete de bodas con su madre. Cuando ve que los anfitriones se han quedado sin vino, se compadece de ellos y le pide a su Hijo que haga algo para ayudar. Dice a los criados que llenen de agua las tinajas vacías, que saquen un poco y se lo lleven al mayordomo para que lo pruebe. Mientras tanto, el agua se ha convertido en vino. “Excelente”, dice el mayordomo, que ignora su origen. Y le dice al novio: “Has dejado el mejor vino para el final”.
(Murillo supone, como haríamos hoy en América, que fue el padre de la novia quien organizó y pagó el banquete nupcial, por lo que él y su familia son los que sufrieron la humillación, no el novio).
El jefe de camareros muestra sus dudas ante la orden de Cristo de llenar de agua las hermosas vasijas de barro; el pequeño sirviente negro (o esclavo -la diferencia era a menudo pequeña) espera a que su jefe confirme la orden.
El cuadro está lleno de otros detalles curiosos y bellos, como la tarta nupcial, la gran fuente que el sirviente del fondo levanta por encima de la cabeza de todos, el mantel con un faisán chino.